Ves algo online. Un celular nuevo, esas zapatillas que te persiguen en un anuncio, esa oferta que "termina en 10 minutos".
Sentís un impulso casi físico, una urgencia que te dice "compralo ya". Unos clics después, es tuyo. Sentís un alivio momentáneo... que casi siempre viene seguido por la conocida resaca de la culpa cuando llega el resumen de la tarjeta.Los estoicos, y en especial Epicteto, tenían un diagnóstico preciso para este ciclo hace 2000 años. Decían que gran parte de nuestra infelicidad —y, podemos añadir, de nuestros problemas financieros— proviene de dos fuerzas primarias: desear con todas nuestras fuerzas lo que no tenemos (Deseo) y sentir un profundo rechazo a lo que tememos (Aversión).
En este artículo, vamos a desarmar esta poderosa idea. Te voy a dar tres técnicas estoicas para que dejes de ser una marioneta de estos impulsos y te conviertas en el verdadero dueño de tu billetera y, más importante, de tus decisiones.
Las Dos Fuerzas que Gobiernan tus Compras: Deseo y Aversión
Según Epicteto, estas dos fuerzas son la causa raíz de casi toda nuestra intranquilidad. Cuando las aplicamos a nuestras finanzas, todo se vuelve más claro.
El Deseo (El "Quiero eso"): Es el motor del consumo. Es el impulso hacia cosas externas que creemos que nos van a dar felicidad, estatus o satisfacción. El problema, como ya sabrás, es que es un motor insaciable. Apenas conseguís el celular nuevo, el deseo salta a su próximo objetivo: el reloj, el auto, las vacaciones. Es una cinta de correr que nunca se detiene.
La Aversión (El "No quiero eso"): Esta fuerza es más sutil, pero igual de poderosa. Es el miedo a la incomodidad, a la pérdida de estatus social, al famoso "quedarse afuera" (FOMO). Gastamos muchísimo dinero no para obtener algo, sino para huir de una sensación. Compramos ropa de marca por aversión a parecer "pasados de moda", pagamos por una cena carísima por aversión a sentirnos excluidos del grupo.
El objetivo estoico no es eliminar estas fuerzas (son parte de nuestra naturaleza), sino aprender a gestionarlas con la razón. Se trata de redirigir nuestro deseo hacia la virtud y sentir aversión solo por un mal carácter.
Estrategia 1: Poner en Pausa el Deseo (La Regla de las 72 Horas)
El deseo impulsivo es como un fuego de pasto seco: se enciende rápido y con mucha intensidad, pero se consume igual de rápido si no le das más combustible. La clave es crear un espacio de tiempo entre el impulso emocional y la acción de comprar. La razón necesita un poco de tiempo para alcanzar a la emoción.
La Práctica es simple: la próxima vez que sientas un fuerte impulso de comprar algo que no sea una necesidad básica (comida, medicinas, etc.), no te lo prohíbas. Simplemente, posponé la decisión. Anotalo en una lista en tu diario bajo el título "Lista de espera de 72 horas".
Durante los siguientes tres días, dejalo ahí. Simplemente, sabé que si después de 72 horas seguís sintiendo que es una compra necesaria y racional, tenés permiso para hacerla. Lo que vas a descubrir es que, en el 90% de los casos, la urgencia emocional se desvanece por completo. El deseo se desinfla. Te das cuenta de que no lo necesitabas y acabás de tomar una decisión basada en la virtud de la Sabiduría, en lugar de una reactiva.
Estrategia 2: Cuestionar la Aversión (Desarmar el Miedo a Quedarse Afuera)
Muchos de nuestros gastos más caros no vienen de un deseo genuino por el objeto en sí, sino del miedo a lo que otros pensarán si no lo tenemos. Es la aversión a sentirnos "menos que", a ser juzgados o a quedarnos afuera. La razón es la linterna que tenemos que usar para iluminar ese miedo y ver si es real.
La Práctica consiste en hacerte preguntas honestas antes de un gasto grande motivado por el estatus o la presión social:
- ¿Estoy comprando esto para impresionar a gente a la que quizás ni le importo realmente?
- Si soy brutalmente honesto, ¿qué es lo peor que pasaría si NO lo compro? ¿Alguien se daría cuenta? ¿Y si se dan cuenta, qué?
- ¿Comprar esto soluciona mi inseguridad de raíz o es solo una curita temporal?
Este cuestionamiento socrático a menudo expone lo irracional de nuestros miedos. Te ayuda a desconectar tu autoestima de tus posesiones y a tomar decisiones basadas en tus propios valores.
Estrategia 3: Practicar la Incomodidad Voluntaria (La Vacuna contra la Aversión)
Si tu mayor miedo (aversión) es la incomodidad de "no tener" o "no poder", la mejor forma de superarlo es exponerte a ella de forma controlada. Es una especie de vacuna contra la adversidad: una pequeña dosis de lo que temés te hace inmune a ello.
La Práctica es elegir, una vez a la semana, una pequeña incomodidad financiera voluntaria:
- Dejá el auto en casa y usá el transporte público o caminá.
- No pidas delivery y cociná una comida usando solo lo que ya tenés en la heladera y la alacena.
- Pasá un sábado a la tarde entero sin gastar un solo peso: leé un libro, caminá por un parque, ordená un armario.
Con estos pequeños ejercicios, te demostrás a vos mismo que tu felicidad y tu bienestar no dependen de esos pequeños lujos o comodidades. El miedo a la carencia se reduce drásticamente, lo que te libera de la necesidad de hacer muchísimos gastos diseñados solo para calmar esa ansiedad.
Conclusión: El Verdadero Dueño de tu Dinero sos Vos
Como ves, tomar el control de tus gastos tiene menos que ver con tener la mejor app de finanzas o la planilla de Excel más compleja, y mucho más con entender y gestionar las dos fuerzas primarias que te llevan a sacar la billetera: el impulso de perseguir el Deseo y la urgencia de huir de la Aversión.
Al aplicar estas técnicas estoicas —pausar tus impulsos, cuestionar tus miedos y practicar la incomodidad voluntaria— el premio no es solo ver que tu cuenta bancaria crece. El premio real es ganar algo mucho más valioso: el control sobre vos mismo y una libertad genuina de la presión constante por consumir.
Y ahora, una pregunta para reflexionar: ¿Cuál de estas dos fuerzas, el Deseo o la Aversión, sentís que más te influye a la hora de gastar? ¡Compartí tu experiencia en los comentarios!